La Legislatura porteña aprobó hoy la Ley de Parto Respetado y Atención Perinatal para garantizar en todos los establecimientos de salud de la Ciudad de Buenos Aires los derechos de las personas gestantes y nacientes y de sus familias.
Esta ley "garantiza a las personas gestantes el respeto por sus pautas culturales, a la intimidad durante todo el proceso y a recibir toda la información necesaria para poder tomar decisiones autónomas", dijo en la sesión ordinaria de este jueves la diputada Inés Gorbea (UCR-Evolución), autora de una de las dos iniciativas que se tomaron en cuenta para elaborar la nueva norma.
A través de la norma sancionada, la Ciudad adhiere a la Ley Nacional 25.929 de Parto Humanizado, aprobada en 2004 y reglamentada en 2015, y también elabora regulación propia.
La Ley Nacional 25.929 incorporó la definición de "violencia obstétrica" como aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las personas gestantes, "expresada en un trato deshumanizado, abuso de medicación y patologización de los procesos naturales".
"El embarazo y el parto no son enfermedades", dice por su parte la ley porteña en sus fundamentos, y agrega que "debe garantizarse la soberanía de las personas gestantes sobre sus cuerpos para que puedan decidir cómo y con quien parir, transitando un parto no medicalizado".
Además, define al parto respetado como aquel que "se vive y se protege como un proceso fisiológico y emocional saludable que no requiere necesariamente intervención médica, sino acompañamiento y sostén".
Y establece que en un parto respetado debe haber un "trato respetuoso, de modo individual y personalizado y no debe existir ningún tipo de discriminación a través de acciones u omisiones".
Entre las representaciones más comunes de la violencia obstétrica, los fundamentos de la ley mencionan "los maltratos, utilización de lenguaje inapropiado, críticas por manifestar emociones, imposibilidad de plantear temores e inquietudes, personas gestantes obligadas a parir solas, inmovilizadas, separadas de sus hijos/as en el instante siguiente al nacimiento".
Otras manifestaciones de esta violencia son las "cesáreas innecesarias y sin justificación médica, tactos realizados por más de una persona, episiotomías de rutina, uso de fórceps sin estricta necesidad o consentimiento, la realización de maniobras de Kristeller -a pesar del riesgo que conlleva-, raspajes de útero sin anestesia".
Esta ley "garantiza a las personas gestantes el respeto por sus pautas culturales, a la intimidad durante todo el proceso y a recibir toda la información necesaria para poder tomar decisiones autónomas", dijo en la sesión ordinaria de este jueves la diputada Inés Gorbea (UCR-Evolución), autora de una de las dos iniciativas que se tomaron en cuenta para elaborar la nueva norma.
A través de la norma sancionada, la Ciudad adhiere a la Ley Nacional 25.929 de Parto Humanizado, aprobada en 2004 y reglamentada en 2015, y también elabora regulación propia.
La Ley Nacional 25.929 incorporó la definición de "violencia obstétrica" como aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las personas gestantes, "expresada en un trato deshumanizado, abuso de medicación y patologización de los procesos naturales".
"El embarazo y el parto no son enfermedades", dice por su parte la ley porteña en sus fundamentos, y agrega que "debe garantizarse la soberanía de las personas gestantes sobre sus cuerpos para que puedan decidir cómo y con quien parir, transitando un parto no medicalizado".
Además, define al parto respetado como aquel que "se vive y se protege como un proceso fisiológico y emocional saludable que no requiere necesariamente intervención médica, sino acompañamiento y sostén".
Y establece que en un parto respetado debe haber un "trato respetuoso, de modo individual y personalizado y no debe existir ningún tipo de discriminación a través de acciones u omisiones".
Entre las representaciones más comunes de la violencia obstétrica, los fundamentos de la ley mencionan "los maltratos, utilización de lenguaje inapropiado, críticas por manifestar emociones, imposibilidad de plantear temores e inquietudes, personas gestantes obligadas a parir solas, inmovilizadas, separadas de sus hijos/as en el instante siguiente al nacimiento".
Otras manifestaciones de esta violencia son las "cesáreas innecesarias y sin justificación médica, tactos realizados por más de una persona, episiotomías de rutina, uso de fórceps sin estricta necesidad o consentimiento, la realización de maniobras de Kristeller -a pesar del riesgo que conlleva-, raspajes de útero sin anestesia".