Era una mujer que residía en Pergamino que batallaba contra una enfermedad oncológica que sufrió por la genotoxicidad debido a la mala aplicación de agroquímicos en el barrio donde vivía.
María Florencia Morales falleció esta semana a los 42 años, tras sufrir cáncer de mama, producto de la contaminación ambiental con sustancias agroquímicas en el barrio donde vivió con su familia.
Tras padecer en su cuerpo las consecuencias del envenenamiento con sustancias prohibidas dejó 3 hijos, Sol Tamara, Rocio Belén y Enzo Benjamín; a su esposo Narciso Oscar Gayoso y a sus padres Domingo Morales y Ana María del Huerto Giuliani y toda una familia.
La noticia provocó un profundo impacto en gran parte de la comunidad, en el mundo del ambientalismo y de quienes luchan contra las fumigaciones con el mal uso de agroquímicos por tratarse de una referente, que demostró en su cuerpo y aportando pruebas a la Justicia, el tremendo daño que causan las aplicaciones de herbicidas que contaminan la tierra, el aire y el agua.
¿Quién era Florencia?
Fue una mujer luchadora como pocas, esposa y mamá. Se mudó a Pergamino el Día de la Independencia de 2011. Lo hizo con su esposo e hijos, con la ilusión de construir un futuro mejor en esa ciudad, donde su padre había crecido.Junto a su compañero de vida, Narciso trabajaban en distintas tareas y vivían en una quinta situada sobre el margen de la Ruta Nacional Nº 188, en el Barrio La Guarida, a pocos metros de Luar Kayad, en una "casa que construímos, al lado de la de mis padres", manifestó en una nota publicada en agosto de 2021.
En su relato describió como era la situación durante la aplicación de agroquímicos, que sin darse cuenta derivarían en su futura patología oncológica.
"Era muy agradable vivir allí, salvo por algunas fechas en la que un olor penetrante e insoportable nos inundaba hasta el punto de volverse irrespirable: las épocas de fumigación", recordó. Y describió que "pegado a nuestro alambrado, un campo. Fumigaban de día con aviones y de noche o madrugada con los 'mosquitos’, dejando los envases de veneno, de glifosato, destapados y esparcidos por todo el territorio fumigado".
Florencia explicó que "mis hijos y nosotros pasábamos episodios de broncoespasmos recurrentes, problemas dermatológicos como manchas o forúnculos, rinitis, etcétera. Recuerdo que teníamos una pareja de loros que al día siguiente de una de las fumigaciones nocturnas, los encontramos muertos e hinchados. Algunos perritos también se morían de tumores que les salían pero no relacionábamos hasta ese momento de dónde provenía tanto daño".
En junio de 2016 nació su hija menor. "Todo sale perfecto por suerte e inicio la lactancia, tal cual lo hice con mis 2 hijas", pero 2 meses después "duchándome, me palpo una dureza en mi mama izquierda, apenas perceptible. Consultó con mi obstetra-gineco y me indica una ecografía, pero con el indicio de un galactocele o acumulación de leche materna.
“Como la ecografía no definía claramente el diagnóstico, pero tampoco se veía bien y además crecía muy rápidamente -llegó a medir 3,5 por 2,5 centímetros-, me manda a realizar una mamografia", indicó.
Ella también sufría otros síntomas anormales como cansancio extremo, dolor generalizado y caída del cabello.
"Ante mi ansiedad y las imágenes, me propone extraer el tumor mediante una cirugía, lo cual me causó temor y decido recurrir a la clínica que tengo por mi obra social, en Junín, donde me atiende un mastólogo, quien desde el inicio me dice que el panorama era preocupante", añadió.
Luego los especialistas le ordenaron "un procedimiento llamado core biopsia, en el cual extraen una pequeña muestra del tumor con una punción guiada por ecografía, sin necesidad de mayores preparativos como anestesia o internación". El resultado de ese examen es cáncer de mama.
"Ahí sí relacioné todo. Algo dentro mío me alertó. ¿Sería posible que ese olor penetrante e irrespirable, los malestares, las enfermedades recurrentes, los animales enfermos, etcétera, tuvieran relación con lo que me estaba pasando?”, afirmó.
"Hice quimio, mastectomía con vaciamiento axilar y terapia hormonal", resumió María Florencia Morales. Todo estaba bien hasta abril de 2020, cuando le detectaron recidiva, lo que significaba un nuevo tumor, en la cicatriz y “a los 2 meses empiezo con mucho dolor para caminar”, relató.
La crisis de dolor lumbar fue producto de múltiples metástasis óseas en al menos 3 vértebras y sacro, que le fueron descubiertas y por eso la debieron someter a una intervención quirúrgica llamada cifoplastia. “Cementan 3 vértebras para que no colapsen y dañen la médula. Luego, rayos en toda la columna y más quimio. Incluso me realizaron un análisis genético para saber si cargo con genes defectuosos por herencia, que provoquen mayor propensión a la enfermedad, cual arrojó resultado negativo".
A partir de allí intentó llevar una vida lo más normal posible, aunque con las restricciones y discapacidades que conllevaba tener cemento en 3 vértebras y el daño físico que le produjo la enfermedad y los fuertes tratamientos, pero agradecida de ganarle tiempo a la vida y haberlo podido pasar junto a sus hijos y poder verlos crecer un tiempo más.
Florencia falleció el martes 2 de mayo, tratando de recuperarse en su casa, de una cirugía del conducto biliar.
La pelea legal
Era querellante, junto a la abogada Sabrina Ortiz, en la causa que se tramitó en el Juzgado Federal de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Nº 2 de San Nicolás, a cargo de Carlos Villafuerte Ruzo.Entre algunos de sus planteos, solicitó “que se amplíen las medidas precautorias con el fin de evitar un futuro daño a los habitantes de la ciudad de Pergamino, sobre todo a los niños”.
Florencia realizó un aporte inconmensurable a la causa ya que su domicilio fue uno de los que se recogieron muestras de agua para ser analizados por la Justicia y en los que se detectaron altos niveles de agroquímicos.
La causa de la que ella forma parte se fundamenta en los resultados de estudios genotoxicidad de los que tuvo conocimiento y que se encuentran en el expediente Nº 70087/2018, “que determinan la presencia de daño genético en los organismos de las personas” por lo que la Justicia dio lugar a la aplicación del Principio Precautorio. Es decir, aplicar la ley para prevenir un futuro daño o evitar uno mayor.
En la causa elevada a juicio consta que se detectó glifosato en sangre y orina con daño cromosómico y que sumado a los resultados de estudios de contaminación en diferentes barrios, arrojaron como resultado que poseen un amplio cúmulo de moléculas de plaguicidas en aguas y suelo, determinando según informaron los especialistas intervinientes, que el agua de pozo y de red no resultaba apta para consumo humano, lo que dio lugar a la medida precautoria.
Esa resolución consistió en “suspender provisionalmente las pulverizaciones y ordenar que deba hacerse extensiva dicha prohibición a la totalidad de la ciudad de Pergamino fijándose y estableciendo un límite restrictivo y de exclusión de 1095 metros para aplicaciones terrestres y de 3000 para las aéreas que comprenden todo tipo de agroquímico y también de toda autorización para la futura aplicación en Pergamino con los mismos límites.”
Mientras el Estado Municipal continúa ignorando y rechazando las resoluciones de la Justicia Federal, habiendo inclusive desconociendo los reclamos de los vecinos y vecinas negando sistemáticamente la problemática y los aplicadores implicados en la causa fueron procesados, María Florencia Morales pagó con su vida.
Ojalá su lucha sirva como puntapié inicial para que con su testimonio en carne propia y su valioso aporte no haya que lamentar nunca más casos como el suyo.
Fuente: Primera Plana.