En Balcarce, de los 287 empleados de la estación, solo cuatro están dispuestos a acogerse al retiro.
En un contexto de recesión económica en Argentina, con una caída del 3,5% del PBI proyectada para 2024, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) enfrenta severas políticas de ajuste impulsadas por el gobierno de Javier Milei. La Estación Experimental de Balcarce, crucial para la investigación agropecuaria, se ve amenazada por la implementación de retiros voluntarios que podrían desmantelar su equipo científico y técnico.
Las medidas de recorte, en medio de una contracción que impacta en sectores como la construcción y la industria, ponen en riesgo tanto el empleo como investigaciones fundamentales para la sostenibilidad agrícola. El INTA, que cuenta con más de 600 profesionales y 50 laboratorios, ha sido esencial en el desarrollo de la región agrícola más importante del país, abarcando 4,2 millones de hectáreas dedicadas a la producción de cereales, oleaginosas y ganado.
Entre los proyectos destacados de esta estación se encuentra un programa de residencia en salud animal, desarrollado en colaboración con la Universidad Nacional de Mar del Plata, que ha capacitado a más de 200 veterinarios de diferentes países. Además, en el área de biotecnología, se investiga el desarrollo de nuevas variedades de papa adaptadas a la escasez de agua, un avance crítico frente al cambio climático.
El gobierno prevé reducir en un 15% la plantilla del INTA, esperando que 900 trabajadores acepten el retiro voluntario, mientras que se acelerará la jubilación de otros 200. Esta estrategia plantea una preocupante pérdida de capital humano y conocimiento acumulado, afectando directamente proyectos vitales para el desarrollo económico y social del país.
En Balcarce, de los 287 empleados, solo cuatro están dispuestos a acogerse al retiro. APINTA, el sindicato que agrupa a los trabajadores del INTA, denuncia que el plan busca el vaciamiento de la institución. El gremio conducido por Mario Romero expresó el rechazo a los retiros voluntarios, señalando que esta medida no beneficia a los empleados ni al INTA, y advirtió sobre la importancia de evaluar cuidadosamente las decisiones de adhesión.
Las repercusiones de esta política se extienden a toda la región, que incluye distritos como Olavarría, Tandil, Necochea y Mar del Plata, que dependen de las innovaciones generadas en el INTA Balcarce. La reducción de su capacidad operativa podría significar un descenso en las investigaciones sobre cultivos resilientes, en avances en sanidad animal y en la transferencia de tecnología a los productores locales.
En un mundo donde la ciencia y la innovación son fundamentales para enfrentar desafíos como el cambio climático y la seguridad alimentaria, los ajustes en instituciones como el INTA representan una decisión errónea. Cada investigador que deja su puesto representa una oportunidad perdida para un país cuya economía se sustenta en la exportación de productos agropecuarios.
El gobierno debe reconocer que la ciencia no es un lujo, sino la base del futuro. Desmantelar organismos como el INTA Balcarce pone de manifiesto la falta de planificación de quienes prometieron libertad de mercado y ajustes en la política, pero que terminan por afectar a docentes, científicos y trabajadores esenciales.
Fuente: Política y Medios.