

Este lunes, a los 88 años, el papa Francisco falleció en el Vaticano, según confirmaron las autoridades de la Santa Sede a través de su canal oficial en Telegram. El deceso se produjo a las 7:35 hora local (05:35 GMT), apenas un día después de su última aparición pública durante la misa de Pascua, desde el balcón de la Basílica de San Pedro.
"Queridísimos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar la muerte de nuestro Santo Padre Francisco", expresó el cardenal Kevin Farrell al dar lectura al comunicado oficial. "Toda su vida estuvo consagrada al servicio del Señor y de Su Iglesia", agregó.
Francisco había recibido el alta médica recientemente, tras atravesar una prolongada hospitalización de 38 días a raíz de una grave neumonía que deterioró su estado de salud. A pesar de su frágil condición, el domingo participó brevemente de la tradicional misa pascual y pronunció su última bendición "Urbi et Orbi", en la que llamó a la libertad de pensamiento y la tolerancia. Su presencia, acogida con una emotiva ovación en la Plaza de San Pedro, fue interpretada como un gesto final de fortaleza espiritual.
Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa argentino y latinoamericano de la historia, se consagró como una figura central en el tablero geopolítico mundial y dejó una impronta imborrable en la historia de la Iglesia y del siglo XXI. Un verdadero ingeniero espiritual, político y cultural, cuya influencia se extendió mucho más allá de los límites del Vaticano.
Concluido el duelo, será momento de revisar y valorar los doce años de un pontificado que rompió moldes y renovó paradigmas. Argentina, tierra natal de Francisco, le ofreció al mundo un Papa: un acontecimiento cuya magnitud histórica continuará creciendo con el tiempo.
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Este domingo de Pascuas fue su última aparición pública. |
La dirigencia argentina, en todos sus sectores, tendrá ahora la responsabilidad de reflexionar si estuvo —y está— a la altura de semejante legado. El paso de Francisco por la historia no solo enaltece a la Iglesia, sino también a nuestro país ante los ojos del mundo.
Queda su herencia: un llamado permanente a la fraternidad, la justicia social y el diálogo, que debería guiar el sentido de nuestras acciones futuras.